1 Ofertas Editorial Renacimiento El Encanto De Lo Prohibido | Las mejores ofertas en línea
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Brand: Editorial Renacimiento
EAN: 9788489371811
MPN: 9788489371811
Categoría: Libros y revistas
Libro: El encanto de lo prohibido (978-84-89371-81-1) de Antequera, Luis Horacio de (Editorial Renacimiento ) Comprar Libros de Literatura .Novela y Narrativa Española e Hispanoamericana .. EL ENCANTO DE LO PROHIBIDO CAPíTULO II Verdaderamente, lo que estaba haciendo era abominable -meditaba-. Su sensualidad desbocada arrastrábale a la locura, a la ruina, a la hecatombe. Estaría sufriendo una crisis aguda de satiriasis? Pero, no...No le excitaba la mujer en general. Excitábale, casi exclusivamente, su mujer, la suya, la del soberbio cuerpo ondulante como el de un ofidio. Cómo no luchó desde el primer momento contra las enervantes sugerencias de Eulalia? Pero, por otra parte, cómo iba a luchar contra ellas si las creyó las más naturales que pudiera descubrir en su mujer un recién casado? No. Había que ser sincero consigo mismo...Lo que durante los dos o tres primeros meses era una fiebre normal de desposados primerizos se iba convirtiendo -si no se había convertido ya- en una normalidad funesta y execrable. Y lo peor era que lentamente iba arrastrando a Eulalia por la pendiente de sus extravagancias y rarezas. Por lo menos, el primer paso indesandable ya estaba dado durante los seis meses que llevaba casado, su lecho matrimonial se había prostituido ignominiosamente. No estribaría en ello su obsesión actual del cuerpo de la esposa? No residiría el principio de la dolencia en haber hecho de la mujer la esposa y la querida? No sería esa la causa de que todas las demás mujeres le interesasen a penas, pues que cuanto las demás podrían ofrecerle podía él obtenerlo tras una débil resistencia, dentro del espacio del mismo lecho conyugal? Y la quería menos como consecuencia de su paulatinamente lograda libertad erótica? No. Al contrario. También su espíritu se exaltaba más y más en amorosa fiebre, tal vez porque ella no tuvo jamás un gesto vicioso, ni una iniciativa insensata, y porque, en cambio, sabía perfumar todos los pecados de la carne con un no sé qué de sumisión comprensiva y placentera a un tiempo mismo, con un algo hecho de humildad y ternura, de gozo decorosamente disfrutado, sin exteriorizaciones descompensadas y lamentables. Si. Precisamente en esa contestación decorosa de la actitud y del gesto, aun en las ocasiones de los deleites más hondos debía buscar él la causa de su pertinacia en la mala senda emprendida. Allí estaba el peligro. En la sensación de legitimidad que daba ella a las tolerancias más ilegítimas y de gracia a los actos más feos, y de claridad a los errores más tenebrosos. Recordaba últimame n te... Era él, Roberto, amigo íntimo de una lesbiana conocidísima en el mundo artístico y literario de Madrid...Elena de Vargas... Vivía en una garonire haciendo completa y absoluta vida de soltero. Conociendo la turbia sensualidad de su amiga, no le extrañó que ésta hubiese mostrado los más vehementes deseos de conocer a Eulalia. -Buena pieza habrás cobrado -le decía-. Sé que eres exigentes en tus gustos... Un hombre refinado como tú...
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Libro: El encanto de lo prohibido (978-84-89371-81-1) de Antequera, Luis Horacio de (Editorial Renacimiento ) Comprar Libros de Literatura .Novela y Narrativa Española e Hispanoamericana .. EL ENCANTO DE LO PROHIBIDO CAPíTULO II Verdaderamente, lo que estaba haciendo era abominable -meditaba-. Su sensualidad desbocada arrastrábale a la locura, a la ruina, a la hecatombe. Estaría sufriendo una crisis aguda de satiriasis? Pero, no...No le excitaba la mujer en general. Excitábale, casi exclusivamente, su mujer, la suya, la del soberbio cuerpo ondulante como el de un ofidio. Cómo no luchó desde el primer momento contra las enervantes sugerencias de Eulalia? Pero, por otra parte, cómo iba a luchar contra ellas si las creyó las más naturales que pudiera descubrir en su mujer un recién casado? No. Había que ser sincero consigo mismo...Lo que durante los dos o tres primeros meses era una fiebre normal de desposados primerizos se iba convirtiendo -si no se había convertido ya- en una normalidad funesta y execrable. Y lo peor era que lentamente iba arrastrando a Eulalia por la pendiente de sus extravagancias y rarezas. Por lo menos, el primer paso indesandable ya estaba dado durante los seis meses que llevaba casado, su lecho matrimonial se había prostituido ignominiosamente. No estribaría en ello su obsesión actual del cuerpo de la esposa? No residiría el principio de la dolencia en haber hecho de la mujer la esposa y la querida? No sería esa la causa de que todas las demás mujeres le interesasen a penas, pues que cuanto las demás podrían ofrecerle podía él obtenerlo tras una débil resistencia, dentro del espacio del mismo lecho conyugal? Y la quería menos como consecuencia de su paulatinamente lograda libertad erótica? No. Al contrario. También su espíritu se exaltaba más y más en amorosa fiebre, tal vez porque ella no tuvo jamás un gesto vicioso, ni una iniciativa insensata, y porque, en cambio, sabía perfumar todos los pecados de la carne con un no sé qué de sumisión comprensiva y placentera a un tiempo mismo, con un algo hecho de humildad y ternura, de gozo decorosamente disfrutado, sin exteriorizaciones descompensadas y lamentables. Si. Precisamente en esa contestación decorosa de la actitud y del gesto, aun en las ocasiones de los deleites más hondos debía buscar él la causa de su pertinacia en la mala senda emprendida. Allí estaba el peligro. En la sensación de legitimidad que daba ella a las tolerancias más ilegítimas y de gracia a los actos más feos, y de claridad a los errores más tenebrosos. Recordaba últimame n te... Era él, Roberto, amigo íntimo de una lesbiana conocidísima en el mundo artístico y literario de Madrid...Elena de Vargas... Vivía en una garonire haciendo completa y absoluta vida de soltero. Conociendo la turbia sensualidad de su amiga, no le extrañó que ésta hubiese mostrado los más vehementes deseos de conocer a Eulalia. -Buena pieza habrás cobrado -le decía-. Sé que eres exigentes en tus gustos... Un hombre refinado como tú...
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